ARTICULOS DE LA SAGRADA BIBLIA Y LA VIDA CRISTIANA

mercoledì 11 marzo 2009

¡Por fin, en Roma! El sueño más acariciado

69. ¡Por fin, en Roma! El sueño más acariciado

Fuente: Catholic.net
Autor: Pedro García Misionero Claretiano

El Papa Benedicto XVI estableció el Año del Apóstol San Pablo, comprendido entre las fechas 28 de Junio del 2008 al 29 de Junio del año 2009, para conmemorar el Bimilenario del nacimiento de Pablo, el hombre más providencial que Dios regaló a la Iglesia naciente.

En las meditaciones de los lunes y miércoles realizaremos un modesto programa que pretende dar a conocer la vida del Apóstol y exponer en forma sencilla la doctrina cristiana de sus cartas inmortales, las catorce clásicas, incluida la de los Hebreos, la cual contiene claramente de principio a fin el pensamiento paulino, y encontrar por nosotros mismos las enseñanzas que Pablo nos transmite a todos. Pedro García Misionero Claretiano.

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Dejamos ya Malta atrás. Ahora nos toca proseguir el viaje hasta Roma (Hch 28,11-23)
Por lo demás, no era difícil la salida. El centurión imperial contrató una nave alejandrina cargada de trigo y en ella hizo subir a todos los prisioneros que le habían encomendado.

Era el mes de Febrero, y con viento favorable el barco enfiló la proa hacia Sicilia. Al cabo de dos días atracaban en Pozzuoli, o Puttéoli, el puerto de Nápoles sobre la isla de Capri.

¡Qué emociones! Al principio de la primavera, después del espacio forzoso del invierno en que no desembarcaba ningún barco, las primeras naves que llegaban eran recibidas por una verdadera multitud, que daba la bienvenida a pasajeros anunciados, al trigo que llegaba para la población, y - aunque sea doloroso decirlo -, con el cargamento de fieras de África y de criminales comunes o guerrilleros destinados a las diversiones del circo.

Pronto supo la comunidad cristiana que en la embarcación venía el conocidísimo Pablo.
Vienen a buscar a Pablo hasta el puerto, y el centurión Julio, totalmente a favor de Pablo, no tiene inconveniente en dejarlo con los suyos:

- Quédate con ellos estos días hasta que marchemos a Roma.

Aunque, al darle el permiso, era obligación del centurión encargarle a un soldado que lo tuviera sujeto a la cadena; pero esto para Pablo no era inconveniente mayor.

Los hermanos, apenas visto Pablo, mandaron por la posta una carta a los hermanos de Roma comunicándoles la fausta noticia. Como el viaje ya no se hizo por mar, sino por tierra vía Apia arriba, al llegar la caravana a Tres Tabernas y al Foro Apio, unos treinta kilómetros al sur de la Urbe, ya estaba allí la comisión venida de la Iglesia romana para recibir a Pablo.

Es inexplicable la emoción de este encuentro. Besos, abrazos, lágrimas, y gritar nombres uno tras otro:

- ¡Áquila, Priscila!..., ¡Ampliato! ¡Epéneto!... ¡María, Julia!... ¡Alejandro y Rufo, los dichosos hijos de Simón de Cirene que ayudó al Señor a llevar la cruz!...

Iban saliendo los nombres y presentaciones de tantos como Pablo había mencionado en su carta a los Romanos.

¡Y ahora estaban todos aquí!

Con los ojos arrasados en lágrimas, y con los brazos extendidos al cielo en acción de gracias, como nos dice Lucas, exclamando jubilosos:

- ¡Cómo te esperan todos en Roma, Pablo!...

El centurión Julio observaba todo, y se preguntaba:
-¿Pero, ¿quién es este Pablo?...

Había que seguir adelante. Un día más…, los montes Albanos…, ¡y Roma a la vista!

Ya en la Capital del Imperio, el centurión Julio se dirige directamente, como primerísima obligación suya, hacia Castro Pretorio donde tiene su sede la Policía Imperial, y entrega los presos al prefecto del campamento.

Pero a Pablo lo lleva directamente al Jefe supremo, Afranio Burro, hombre honrado, íntegro, que junto con el filósofo Séneca habían sido los instructores del Emperador Nerón, aunque tanto Séneca como Burro serían matados después por Nerón, loco y desagradecido.

El “elogium” - o documento del Procurador Festo que debía entregar el centurión , había desparecido en el naufragio con todo lo demás del barco. Pero el centurión tenía a su favor el ser un militar conspicuo de la “cohorte augusta”, y se aceptó sin más su testimonio sobre el naufragio y la condición y la conducta ejemplarísima de Pablo.

Por eso Burro determinó sin más:
-¡Custodia libre!…

Esto resultaba formidable para Pablo. Nada de cárcel. Hasta celebrarse el juicio, el detenido podía alquilar casa propia, en la que recibía a quien quisiera llegar.

La “custodia libre” exigía únicamente que el preso debía tener consigo un soldado responsable de su seguridad, el cual lo tenía siempre a la vista. La cadena colgaba de la pared. Pero si el preso salía de casa, llevaba sujeta la cadena por una punta al brazo derecho, y la otra atada a la muñeca izquierda del soldado guardián.

Pablo y los hermanos se apresuraron a alquilar una casa, probablemente no lejos del Pretorio, lo cual traía una gran ventaja para su custodia y por la misma libertad del detenido.

O tal vez la escogieron en la parte izquierda del río Tíber que atraviesa la ciudad, en la calle llamada hoy San Pablo a la Régola, cerca de la actual Sinagoga judía.

Pedro, si es que estaba en Roma por estos días, se hallaba casi seguro en la otra parte del Tíber, dentro de un barrio pobre lleno de judíos, por la ladera y a las plantas del Janículum.

Pablo, una vez instalado en su casa, no perdió para nada el tiempo. A los tres días ya tenía en ella a los principales de los judíos, a los que había convocado. Este encuentro primero se desarrolló con gran cortesía. Pablo comenzó con delicadeza:

Hermanos, yo no hice nada contra nuestro pueblo o las costumbres de nuestros padres; pero los de Jerusalén me entregaron a los romanos, los cuales, al examinarme, me declararon libre al no hallar en mí ningún delito. Pero al oponerse los judíos, me vi obligado a apelar al Emperador, aunque no quiero acusar para nada a nuestra nación. Por esto les he llamado a ustedes, para verlos y hablarles. Sólo por la esperanza de Israel me encuentro encadenado.

A semejante finura de lenguaje, los judíos respondieron en igual tono:

- Nosotros no hemos recibido de Judea cartas ni ningún hermano nos ha traído noticias contra ti. Con todo, nos gustaría escuchar lo que piensas, porque estamos informados de que por todas partes se habla de esa secta.

Muy cortés y muy diplomático este modo de hablar. Con la cortesía de este primer encuentro, se pudieron poner de acuerdo y señalaron fecha para la próxima e importante visita, que se va a celebrar dentro de pocos días.

Nosotros también vamos a asistir a ella. El amor que tenemos a Pablo y el interés que nos inspira el pueblo elegido nos hacen esperar impacientes. Lucas, como siempre, el cronista fiel, nos va a poner al tanto de todo.

Acabada esa visita, ya no saldremos de Roma sino esporádicamente para acompañar a Pablo en algún viaje rápido. En adelante, sólo en Roma quedarán fijos nuestra mente y nuestro corazón de cristianos.





Puedes encontrar todas las reflexiones anteriores de San Pablo en esta dirección.
Y en www.evangelicemos.net


Preguntas o comentarios al autor P. Pedro García Cmf



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