ARTICULOS DE LA SAGRADA BIBLIA Y LA VIDA CRISTIANA

mercoledì 26 maggio 2010

Solemnidad de Pentecostés

Solemnidad de Pentecostés



Autor: P. Antonio Izquierdo | Fuente: Catholic.net
C - Solemnidad de Pentecostés
Primera: Hech 2, 1-11; Salmo 103 Segunda: Rom 8, 8-17; Evangelio: Jn 14, 15-16.23-26


C - Solemnidad de Pentecostés
Sagrada Escritura:

Primera: Hech 2, 1-11
Salmo 103
Segunda: Rom 8, 8-17
Evangelio: Jn 14, 15-16.23-26





Nexo entre las lecturas

En esta solemnidad de Pentecostés vamos a detener nuestra atención en las tareas del Espíritu en el interior de las conciencias y en el conjunto de la comunidad creyente. El Espíritu ejercita, primeramente, la tarea de consolador y abogado protector del cristiano, combinando esta tarea con la de maestro interior (evangelio). En la primera lectura el Espíritu, bajo la imagen del viento y del fuego, cumple su tarea de potencia transformante del hombre y promotora del Evangelio en todas las naciones. Finalmente, él es fuerza vivificadora, a la vez que testigo y artífice de nuestra filiación divina (segunda lectura).


Mensaje doctrinal

1. El Espíritu nos consuela y protege. Jesucristo ha sido, durante los años de vida pública, el consolador de los discípulos. Ahora está por retornar al Padre. )Quedarán los discípulos abandonados al desconsuelo, desprotegidos ante los ataques y la hostilidad del mundo? Jesús les asegura que les enviará otro Paráclito, es decir, otro consolador y protector. Es el Espíritu Santo. Consolar quiere decir acompañar, estar al lado de alguien, sobre todo en los momentos de tribulación, soledad y sufrimiento. El Espíritu Santo hace con nosotros y en nosotros el camino de la vida, de nuestra vida humana con toda su realidad prosaica y con toda su exaltación sublime. El cristiano, si es coherente, vive en un perenne Pentecostés, y por ello en la experiencia inefable del consuelo espiritual y de la seguridad protectora y eficaz del Espíritu.

2. El Espíritu, maestro de cristología. Algo muy claro en los textos del Nuevo Testamento es que el Espíritu sólo sabe hablar de Cristo, la cristología es la única materia que sabe enseñar a los hombres. Es no sólo un repetidor de lo que Cristo ha enseñado a los suyos, sino también un actualizador de las enseñanzas de Cristo a las nuevas circunstancias y situaciones de los creyentes. En el Nuevo Testamento aparece bajo muy variadas figuras, pero bajo ellas siempre coincide en ser el expositor de Cristo. Y no sólo de su doctrina, sino de su vida y de sus actitudes. Por eso, él es el que hace resonar en nosotros la voz de Cristo que dice: Abba, Padre.

3. El Espíritu, potencia transformante. Con el viento huracanado que agita el Cenáculo se simboliza el origen de la potencia del Espíritu, que es Dios mismo, y se nos remite a la primera creación cuando Dios infundió su aliento sobre el primer hombre de barro. Con el fuego se hace referencia a la experiencia de Moisés en el Sinaí y a la transformación que ese fuego sin consumirse operó en él. El Espíritu transforma el interior del hombre y su obrar diario porque goza de la potencia divina. De este modo, opera una nueva creación, una nueva generación: la de los Hijos de Dios en Cristo Jesús.

4. El Espíritu, potencia promotora del Evangelio. Según Filón de Alejandría: En el Sinaí el fuego se transformó en lengua...y en la interpretación rabínica de la Alianza sinaítica, la voz de Dios en el Sinaí se había dividido en 70 voces, en 70 lenguas, cuantos eran los pueblos conocidos, para que todas las naciones del mundo pudieran escuchar y comprender la ley. En Pentecostés, el Espíritu realiza este milagro: el Evangelio de Jesucristo llega a todos los pueblos, encarnándose en sus lenguas y culturas. Gracias al Espíritu, la voz del Evangelio resuena en la bóveda de toda la tierra, sin excepción alguna.

5. El Espíritu, testigo y artífice vivificador de nuestra filiación divina. En ser hijos de Dios reside la esencia del cristianismo, por eso el Espíritu atestigua en nuestra alma esta condición fundamental de la existencia cristiana. El testimonio del Espíritu es oculto, pero siempre vivificador, porque en ser hijos de Dios nos va la vida. A la vez que testigo es artífice de la filiación divina en nosotros, porque no puede sufrir que llamados a ser hijos vivamos como esclavos.


Sugerencias pastorales

1. Cristiano, o sea, guiado por el Espíritu. La definición del cristiano es muy rica, por eso ninguna puede abarcarlo completamente. Cristiano es quien cree en Jesucristo. Cristiano es quien reproduce en su vida el modelo que Cristo nos ofrece. Cristiano es todo hombre que está bautizado. Cristiano es todo aquel que ama a Dios y a su prójimo, etc. Hoy quiero subrayar: Cristiano es todo hombre guiado por el Espíritu. Siendo el Espíritu de Cristo, él siempre nos llevará a Cristo, nos hará vivir según Cristo, nos hará amar como Cristo ama, nos hará vivir a fondo nuestro bautismo, que está eminentemente centrado en la persona y en la vida de Cristo. Si te dejas guiar por el Espíritu, él te hará entender y vivir el Evangelio de Jesucristo: el evangelio de la verdad y de la justicia, el evangelio del sufrimiento y de la cruz, el evangelio de Dios y del hombre, el evangelio de la vida y de la muerte, el evangelio de la Iglesia y del mundo, el evangelio de hoy y de siempre. Si te dejas guiar por el Espíritu, él te impulsará a ser coherente entre tu ser y tu obrar, entre tu pensar y tu vivir, entre tu vocación cristiana y tu presencia en el mundo del trabajo, de los negocios, de la política, de la docencia, de las finanzas. Si te dejas guiar por el Espíritu, él te llevará a mirar más allá de ti mismo, a ver tantas necesidades de los hombres que te están esperando, a vivir con los pies bien afincados en la tierra pero con el corazón puesto en el cielo.

2. El Espíritu en la Iglesia y con la Iglesia. El primer Pentecostés se realizó en la comunidad de los discípulos de Cristo, en la Iglesia apostólica. Este hecho fundacional constituye una característica de la acción del Espíritu. Él obra en la Iglesia, es decir, dentro de ella, para santificarla, renovarla, acrecentarla, purificarla, vivificarla. A veces daría la impresión que ciertos cristianos se sorprenden y maravillan viendo la acción del Espíritu fuera de la Iglesia, y han perdido toda capacidad de admiración para descubrir la inmensa y magnífica acción del Espíritu en la Iglesia. Hay que saber hacer las dos cosas. Además el Espíritu Santo obra con la Iglesia. Es decir, toda acción de la Iglesia fuera de su ámbito propio, está acompañada por la presencia y acción del Espíritu. Cuando la Iglesia se hace misionera, el Espíritu es misionero con ella. Cuando la Iglesia entabla un diálogo interreligioso, el Espíritu está con la Iglesia en ese diálogo para hacerlo fructificar. Cuando la Iglesia se hace solidaria de los más necesitados, el Espíritu comparte con ella esa misma solidaridad. Cuando la Iglesia da orientaciones desde la fe en el campo político y social, el Espíritu ilumina y apoya esas orientaciones. Todo por la sencilla razón de que el Espíritu es el alma de la Iglesia.




http://es.catholic.net/sacerdotes/80/184/articulo.php?id=3528

lunedì 17 maggio 2010

Solemnidad de la Ascensión del Señor

domingo 16 Mayo 2010
Ascensión del Señor - Solemnidad


Solemnidad de la Ascensión del Señor

Esta solemnidad ha sido trasladado al domingo 7º de Pascua desde su día originario, el jueves de la 6º semana de Pascua, cuando se cumplen los cuarenta días después de la resurrección, conforme al relato de san Lucas en su Evangelio y en los Hechos de los Apóstoles; pero sigue conservando el simbolismo de la cuarentena: como el Pueblo de Dios anduvo cuarenta días en su Éxodo del desierto hasta llegar a la tierra prometida, así Jesús cumple su Éxodo pascual en cuarenta días de apariciones y enseñanzas hasta ir al Padre.

La Ascensión es un momento más del único misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesucristo, y expresa sobre todo la dimensión de exaltación y glorificación de la naturaleza humana de Jesús como contrapunto a la humillación padecida en la pasión, muerte y sepultura. Al contemplar la ascensión de su Señor a la gloria del Padre, los discípulos quedaron asombrados, porque no entendían las Escrituras antes del don del Espíritu, y miraban hacia lo alto.

Intervienen dos hombres vestidos de blanco, es una teofanía, la misma de los dos hombres que Lucas describe en el sepulcro (24,4). En ellos la Iglesia Madre judeo-cristiana veía acertadamente la forma simbólica de la divina presencia del Padre, que son Cristo y el Espíritu. Las palabras de los dos hombres son fundamentales: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto marcharse (Hechos 1,11).

En un exceso de amor semejante al que le llevó al sacrificio, el Señor volverá para tomar a los suyos y para estar con ellos para siempre; y se mostrará como imagen perfecta de Dios, como icono transformante por obra del Espíritu, para volvernos semejantes a él, para contemplarlo tal como él es (1 Juan 3,1-12). Contemplando en la liturgia el icono del Señor - sobre todo en la Eucaristía - intuimos el rostro de Dios tal como es y como lo veremos eternamente.

Y lo invocamos para que venga ahora y siempre. En el relato de este misterio según el Evangelio de san Mateo (28,19-20), el Señor envía a los discípulos a proclamar y a realizar la salvación, según el triple ministerio de la Iglesia: pastoral, litúrgico y magisterial: Id y haced discípulos de todos los pueblos (por el anuncio profético y el gobierno pastoral, formando y desarrollando la vida de la Iglesia), bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo (aplicándoles la salvación, introduciendo sacramentalmente en la Iglesia); y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado (mediante el magisterio apostólico y la vida en la caridad, el gran mandato).

Se está cumpliendo el plan de Dios, y la salvación, anunciada primero a Israel, es proclamada a todos los pueblos. En esta obra de conversión universal, por larga y laboriosa que pueda ser, el Resucitado estará vivo y operante en medio de los suyos: Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. La lectura apostólica que propone la Iglesia interpreta perfectamente el acontecimiento de la Ascensión del Señor, adentrándonos en el misterio del ingreso del resucitado en el santuario celeste. Ahora podemos decir con el canto del Santo que los cielos y la tierra están llenos de la gloria de Dios (En Isaías 6,3 sólo se nombraba a la tierra).

Ahora, con la ascensión de la humanidad del Hijo de Dios, conmemorada en el misterio litúrgico, sobre la que reposa la gloria del Padre, adorada por los ángeles, también nosotros somos unidos por la gracia a esta alabanza eterna, en el cielo y en la tierra. Estamos en el penúltimo momento del misterio pascual, antes de la donación del Espíritu Santo al cumplirse los días de la cincuentena, el Pentecostés. Las oraciones de esta solemnidad piden que permanezcamos fieles a la doble condición de la vida cristiana, orientada simultáneamente a las realidades temporales y a las eternas.

Esta es la vida en la Iglesia , comprometida en la acción y constante en la contemplación. Porque Cristo, levantado en alto sobre la tierra, atrajo hacia sí a todos los hombres; resucitando de entre los muertos envió a su Espíritu vivificador sobre sus discípulos y por él constituyó a su Cuerpo que es la Iglesia, como sacramento universal de salvación; estando sentado a la derecha del Padre, sin cesar actúa en el mundo para conducir a los hombres a su Iglesia y por Ella unirlos a sí más estrechamente y, alimentándolos con su propio Cuerpo y Sangre, hacerlos partícipes de su vida gloriosa.

Instruidos por la fe acerca del sentido de nuestra vida temporal, al mismo tiempo, con la esperanza de los bienes futuros, llevamos a cabo la obra que el Padre nos ha confiado en el mundo y labramos nuestra salvación (Vaticano II, Lumen gentium 48).



©Evangelizo.org 2001-2010

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sabato 1 maggio 2010

San José Obrero

sábado 01 Mayo 2010
San José Obrero



El día 1 de Mayo del año 1955, el Papa Pío XII, instituyó la fiesta de San José Obrero. Una fiesta bien distinta que ha de celebrarse desde el punto de partida del amor a Dios y de ahí pasar a la vigilancia por la responsabilidad de todos y de cada uno al amplísimo y complejo mundo de la relación con el prójimo basada en el amor: desde el trabajador al empresario y del trabajo al capital, pasando por poner de relieve y bien manifiesta la dignidad del trabajo -don de Dios- y del trabajador -imagen de Dios-, los derechos a una vivienda digna, a formar familia, al salario justo para alimentarla y a la asistencia social para atenderla, al ocio y a practicar la religión que su conciencia le dicte; además, se recuerda la responsabilidad de los sindicatos para logro de mejoras sociales de los distintos grupos, habida cuenta de las exigencias del bien de toda la colectividad y se aviva también la responsabilidad política del gobernante.

Todo esto incluye ¡y mucho más! la doctrina social de la Iglesia porque se toca al hombre al que ella debe anunciar el Evangelio y llevarle la Salvación; así mantuvo siempre su voz la Iglesia y quien tenga voluntad y ojos limpios lo puede leer sin tapujos ni retoques en Rerum novarum, Mater et magistra, Populorum progressio, Laborem exercens, Solicitudo rei socialis, entre otros documentos. Dar doctrina, enseñar donde está la justicia y señalar los límites de la moral; recordar la prioridad del hombre sobre el trabajo, el derecho a un puesto en el tajo común, animar a la revisión de comportamientos abusivos y atentatorios contra la dignidad humana... es su cometido para bien de toda la humanidad; y son principios aplicables al campo y a la industria, al comercio y a la universidad, a la labor manual y a la alta investigación científica, es decir, a todo el variadísimo campo donde se desarrolle la actividad humana.

Nada más natural que fuera el titular de la nueva fiesta cristiana José, esposo de María y padre en funciones de Jesús, el trabajador que no lo tuvo nada fácil a pesar de la nobilísima misión recibida de Dios para la Salvación definitiva y completa de todo hombre; es uno más del pueblo, el trabajador nato que entendió de carencias, supo de estréchese en su familia y las llevó con dignidad, sufrió emigración forzada, conoció el cansancio del cuerpo por su esfuerzo, sacó adelante su responsabilidad familiar; es decir, vivió como vive cualquier trabajador y probablemente tuvo dificultades laborales mayores que muchos de ellos; se le conoce en su tiempo como José «el artesano» y a Jesús se le da el nombre descriptivo de «el hijo del artesano». Y, por si fuera poco, los designios de Dios cubrían todo su compromiso.

Fiesta sugiere honra a Dios, descanso y regocijo. Pues, ánimo. Honremos a Dios santificando el trabajo diario con el que nos ganamos el pan, descansemos hoy de la labor y disfrutemos la alegría que conlleva compartir lo nuestro con los demás.










Oremos



Dios nuestro, creador del universo, que has establecido que el hombre coopere con su trabajo al perfeccionamiento de tu obra, haz que, guiados por el ejemplo de San José y ayudados por sus plegarias, realicemos las tareas que nos asignas y alcancemos la recompensa que nos prometes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

http://www.evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=saintfeast&localdate=20100501&id=12046&fd=0